carta primera o segunda?

Este es otro día, ante la posibilidad de hacerte llegar estas letras te escribo. Han pasado en realidad pocos días desde que nos despedimos en esa esquina, no te niego que han sido lentos, pero tienden a la velocidad, así de frágiles somos, animales pero de costumbres, me acostumbrare a no pensarte tanto en todo este tiempo que falta para que pase algo, si es que ese “pase algo” significa “algo” para el destino en su azaroso actuar; de todos modos me acostumbraré.
Todavía no he conseguido casa en la ciudad, cada noche me acuesto en mi cama boca arriba y mi suspiro suspira hacia adentro, he recorrido las esquinas de mi habitación recobrando tus huellas y me fume de a pocos el par de cigarrillos que me dejaste en la cocina, con cuidado de reemplazarlos para que siempre estén ahí.

He tenido impulsos de llamarte para saber de vos, pero me he contenido ¿para que? El teléfono es un aparato impersonal y perezoso, además siento que me haría mucho daño, aunque de hecho así, en este punto perdido, también me hace... siendo sincera la otra noche medio borrachita, marqué ese número, me contesto alguien a quien salude amablemente y pregunte por ¿jorge esta? Y obvio, no estabas, esa es la ley del ansioso.
Pienso muchas cosas, tristes, alegres, rotas, viejas, antiguas, lejanas, ensimismadas, tardías, pequeñas y perfectas, grandes y torpes, en fin muchas cosas pienso, estos pensamientos son los que me tienen aquí imaginándote (con tu rostro deforme a causa de la memoria aventajada) leyéndome; imaginándome (con mi rostro borrado por la misma brumosa memoria) escribiéndote.