Soy

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una tela reconstruyendose, en el vuelo, afanoso vuelo espiralado.

martes, 7 de febrero de 2012

INVITADA PARA EL DIA DE HOY!

SONIA BERNARDINI

Nació en Madrid en 1967. Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad Complutense de Madrid. Desde 1994 es profesora de literatura Anglonorteamericana en la Universidad Complutense y en la Universidad San Pablo CEU. Ha impartido conferencias y publicado diversos artículos sobre temas literarios, y en particular sobre aspectos relacionados con el quehacer literario de la mujer.



AHORA A LEER...

BOLSILLOS

(By Sonia Bernardini)

Soy una persona ordenada. Me gustan las batas con bolsillos por que en ellos puedes ir guardando los pedacitos de día-a-día que se van desperdigando por la casa. Teléfonos anotados, trozos de juguetes, una pieza de puzzle, medio lápiz, la tapa de un frasco, la mina de un boli. Todo, al bolsillo de la bata. Muy cómodo.

Quizás, un tanto descorazonador, también.

Lo extraño de ordenar es observar cómo todo se convierte en sus fragmentos.

Y lo difícil, mantener los fragmentos ordenados.

Mi madre, que sabía mucho de la existencia de fragmentos y la utilidad de los bolsillos, siempre me lo dijo. Y me educó para ser una persona ordenada. Esto, al escritorio, esto, al costurero, esto, le preguntaré a mi marido. Si el fragmento se fragmenta, a la basura. Si es inclasificable, al bolsillo de la bata, con la remota esperanza de disponer en algún momento de un momento para clasificarlo. Las mujeres siempre han sabido mucho de la vida y sus fragmentos, y el orden de las batas. Y enseñan a sus hijas a ser, fundamentalmente, bolsillos.

Un tanto descorazonador, quizás.

Lo extraño de vivir es observar cómo todo se convierte en su fragmento. Inclasificable. La esperanza en mi insistencia, el amor en mi memoria, los pensares en pesares, la pasión en sus retazos. Cómodo por que cabe en los bolsillos de la bata. Con la remota esperanza de poder algún día recrearlos. Y un tanto descorazonador, quizá.

Pero mi madre me enseñó a ser ordenada y así yo también recojo ordenadamente los fragmentos. Los juguetes al baúl. Sus pedazos, al bolsillo de la bata. Los papeles al archivo. Sus trocitos, al bolsillo de la bata. Las frases, al cuento. Las palabras, al bolsillo de la bata. El imperdible al costurero. Un recuerdo, el calor de su mano cuando paseamos por el hielo. Y una carga, el secreto que sólo aveces cuento. Al bolsillo de la bata. Con la remota esperanza de poder algún día clasificarlo.

Un tanto descorazonador, quizás.

Lo extraño de vivir es observar cómo yo me convierto en mi fragmento.
Lo difícil, mantener mis fragmentos ordenados.

Pero mi madre me educó bien, y aunque -descorazonador- soy una mujer fragmento, me gustan los cuentos con bolsillos porque en ellos puedo ir guardando los pedacitos de mí misma que se van desperdigando día a día. Muy ordenado. Me levanto, me acuesto, y entre tanto me voy fragmentando y guardo mis fragmentos en las frases de mis cuentos. El calor de su mano cuando paseamos por el hielo. El pesado secreto que casi nunca cuento. Una insistencia de esperanza. Los pesares de un pensar. Si la frase se palabra, a la basura. Si es inclasificable, al bolsillo de la bata. Con la esperanza de encontrar, en algún momento, algún momento para ordenarse.

Soy una mujer palabras.

Al final, de mi historia sólo quedaran sus cuentos. Al final, de mis cuentos solo quedarán sus frases. Y de mis frases, sus palabras, inclasificables en el bolsillo de mi bata.

Y si las palabras se fragmentan, a la basura.

Cómodo.

Un tanto descorazonador, también.

Bastaría



El universo me lanzó al abrazo de un hombre acogedor

y no bastó la magia

Ni la coincidencia

Tampoco la reverberante

generosidad del paisaje

Ni el calor abrazador

de un desierto

Ni el agua purificadora

de la mar

Ni los rayos sutiles de una

luna roja creciente

No bastaron la generosidad

de nuestros corazones

Ni siquiera los portales

corpóreos traspasados

Ni la sinceridad de todas

las palabras y significados


No bastaron los caminos

No bastaron los amigos

No bastaron los fluidos

Ni la necesidad


No bastó el amor entero

de una hembra antojada

No basto la osadía de

permitirle viajar hasta su historia

No bastó perderse y encontrarse

en la oscuridad del bosque

No bastó el instinto

guiado por fluorescencias nocturnas.


Para poblar su corazón

pues era enorme

Para poblar sus días

pues eran demasiados

Para poblar sus ansias

pues tenían nombre.



Sus pasos y sus besos

habitados y ajenos

Sus sentimientos

Sus confusiones

Sus deseos

Su infinita inspiración

tan fieles a sus amores

Que no bastó la simple presencia

sutil y sincera.



¿Por qué entonces llega con el

viento aventurero

esta hondonada de recuerdos

que me pierden y me encuentran

Ligera

Curiosa

Apasionada

Valerosa

Convencida?



GITANILLOS DE MI CORAZÓN



Gitanillos de mi corazón,
Caminantes persistentes
Merodeadores,
Presencias que titilan en el tiempo
Especialistas del olvido.

Gitanillos de mi corazón
A donde con paso presuroso dirigir vuestros talentos
Vuestra música primordial
Vuestra corporalidad y danza.
Gitanillos apesadumbrados de amores o plenos
Gitanillos cantores del camino
Juglares de las plazas públicas
Bufones de mercados y palacios
Payasos del pueblo
Poetas declamantes de verdades mentirosas
Gitanillos de mi corazón
¿A donde dirigís vuestros rumbos?
¿Por qué no poder acompañaros?